domingo, 15 de febrero de 2015

El circo de las doce rarezas.

Iba caminando por mi ciudad tranquilamente cuando una triste oleada de viento alzó unos papeles al vuelo y uno de ellos cayó ante mis pies. Hacía frío, iba encogido y con la cabeza gacha. Alargué la mano y tomé el papel.
En él Ponía "Circo de las doce rarezas". "Vean al increíble boxeador sin tacto".
  "Deleitense contemplando a un oso panda albino, completamente blanco".
No pude evitar reirme, los osos pandas son blancos y negros, La entrada apenas costaba cuatro euros, el circo se instaló en Barcelona. Se lo comenté a la familia mientras cenábamos. Me miraron los cuatro a la vez; mis padres y mis dos hermanos. Creía que iban a decir que era una estupidez, como de costumbre; pero dijeron que tal vez podríamos pasar una buena tarde en el circo de las catorce rarezas.

  Fuimos arreglados, bien presentados y compramos nuestra entrada en taquilla, yo pagué con un billete de cinco y el hombre me dio el cambió en monedas de un céntimo. A lo que le dije:
  "¿Y esto?... ¿por qué me da el cambio así?"
A lo que él me respondió: "Rarezas, joven. Rarezas".

Pasamos dentro, entre luces de todo tipo, sonidos estridentes de guitarras y focos xenon sobre nuestras cabezas, una telaraña de humo denso hizo un bonito efecto con las luces y los rayos que desprendían los lásers. La gente comía palomitas... Bueno, es decir, las bolitas de maiz sin estallar, eso tambien me pareció raro, sobre todo por que lo hacían de forma normal, sin extrañarse de saber que estaban comiendo simplemente maiz; puro y duro.
Caminamos por el circo hasta llegar a las butacas ordenadas no por número, sino por colores; fila roja, asientos rojos, bermellón, burdeos y granate. Todo eran cosas raras de toques extravagantes, casi catalogadas al más puro estilo del genio cinematográfico Tim Burton.
Habían rosas de color gris por todos lados, un color real, los pétalos eran grises cómo un invierno en Londres, de un tallo color morado y con unas espinas que parecían ser metálicas.
El circo tenía al increible hombre qué llegaba a fin de mes con 420 euros, algo realmente inigualable, cuando le vimos se oyó una potente voz decir "¡vean al hombre malabarista... Hace malabares para llegar a fin de mes!".
También tenían a la increíble mujer idiota, enjaulada. No saben cómo se llama, está irreconocible, dicen que es por tanto uso de cirugía. Esa mujer no deja de repetir algo así cómo: "yo por andreita mato".
O algo de ese tipo. Hubo quien la reconoció desde el público; un foco iluminó la voz que señalando a la mujer dijo "es Belén Esteban".

De repente y ante tanto revuelo, todos se sientan. A mi lado, casi en la fila naranja, tengo un hombre que dice haber trabajado para una familia paranormal, no dejaba de hablarme. "La familia Lost" así se llamaba según ese hombre que se hizo llamar John.

Estabamos viendo cómo hacían malabares con pelotas invisibles; marionetas bailando sin cuerda, casi dotadas de vida de una forma extraña y sin sentido; cómo los autómatas en Cazadores de Sombras. Una fuente llameante de fuego, llameante en el centro de la pista del circo y de ella salió un hombre vestido de corbata que se hizo llamar el payaso Marianín. Iba vestido de traje y hablando imitaba en ciertos aspectos al presidente del gobierno. Rogó a todos que nos sentásemos para dar comienzo al espectáculo del circo de las doce rarezas.
Una potente iluminación roja le alumbró y alzó la voz en un tono de fuerte acento Italiano.

  -En breves minutos queridos espectadores, dará comienzo el espectáculo del circo de las doce rarezas. Se recomienda no traer niños menores de ocho años al espectáculo para no herir la sensibilidad de los pequeños.
Mi hermano pequeño me miraba, me agarró fuertemente el brazo y me dijo, "¿has oido eso?".
Le senté encima de mí y tomé sus manos. Mi madre le dijo: "no pasa nada Samuel".
De nuevo habló el payaso marianín.
  -Y sin más preámbulos ya comienza esta noche del circo de las doce rarezas.
  Sonaron trompetas y redoblaron unos tambores, al ritmo en el que la luz lanzaba flashes y se destacaban sonidos guturales extraños provenientes más allá del telón morado.
  -Y con un fuerte aplauso, ya recibimos a ¡¡la primera rareza!! Recibamos a Erik Donetti, ¡un político honesto!

En cuanto se juntaron las palabras Político y honesto, la gente a la vez zumbó, el circo vibró, espectante y exigente por querer ver esa enorme rareza

  -Cuéntales Erik, ¿por qué eres un político honesto? -Preguntó el payaso Marianin.
  -Soy honesto porque aún no he llegado a nada. Cuando pueda tener un puesto importante; concejalía, ministerio, escaño en el congreso... Cuando consiga un puesto de importancia dejaré de ser una rareza, seré un político normal.
Mi madre le dijo a mi padre unas palabras que no oí pero que leí en sus labios
  "¿Un político honrado? Venga hombre, es un sin sentido".
Mi padre afirmaba con la cabeza encogiéndose de hombros.

  El payaso Marianín siguió con el espectáculo cuando todos vieron entre música y aplausos a Erik.
  -Despidamos a Erik con un fuerte aplauso, ¡¡Erik, el político honesto!!
  La gente aplaudía de forma que no se oía la voz de Marianín. Entonces tuvo que hacer una pausa hasta que los aplausos cesaron.
  -Ahora sin más dilación, demos paso con un fuerte aplauso a la siguiente rareza, el ¡director de mediaset! ¡¡que ha conseguido hacer un programa interesante en telecinco!!

   La gente enloquecía; en parte de impresión, y por otro lado por sorpresa, nunca habían visto a un político honesto, pero ni mucho menos habían visto un buen programa en telecinco. Absolutamente eran rarezas que no eran normales, pero la tercera rareza era aún más desconcertante y rozando lo anormal.
  -Y ahora despidamos con un fuerte aplauso al director de telecirco... -Marianín corrigió el error qué además hizo a propósito-.Perdón, de telecinco.
  Entre aplausos y luces de iluminación verde que alumbraban toda la pista se oyó un estruendo que aterrorizó a todos. El payaso Marianín dio un grito de satisfacción y continuó hablando:
Querido público ya hemos visto dos rarezas. Ahora, daremos paso a la rareza número tres; aclamen con un fuerte aplauso al Mosso D'Esquadra que nunca golpeó a ningun detenido, rareza número tres ¡un fuerte aplauso para Arnau; el Mosso D'Esquadra pacífico.
  La gente más allá de su asombro, no concebía el drama que presenciaban. Era el único Mosso D'Esquadra que estaba impune de haber maltratado fisicamente a algún transehunte. La gente aplaudía en muestra de asombro, no esperaban ver algo así. Aunque lo mejor estaba por llegar.

  -Y ahora queridos espectadores... hablando de pacífico ¡¡Ante ustedeeeees!! El curioso caso del hombre que beber Bio Frutas Pacífico le volvía terriblemente violento y le daba por morder a la gente. Un aplauso para ¡Luis Suárez!
¡Hay que ver que bien los metes eh Suárez!
  -Sí, la verdad es que los goles es lo mío.
  -no... no, no, no ,no... Yo me refiero a los bocados.
   El público reía, no era un circo para hacer reir. Era un circo de cosas extrañas y rarezas. No me parecía gran cosa, pero el ver tantas cosas raras me parecía inquietante, por lo tanto estaba en tensión. El payaso Marianín continuaba hablando, dando paso a la quinta rareza.
  -Y ahora, despidamos a Suárez, no le den la mano, podría morderles fuertemente.
Damos paso a la quinta rareza, recibamos con un fuerte aplauso al albañil ¡Kiko Rivera! Kiko ha dejado de vivir del cuento y de vivir a costa de su madre y se ha metido a trabajar en los albañiles, creo que hasta ahora es la mayor rareza, pero estén atentos, habrá más y mejor. Pero eso, en la segunda parte del espectáculo, ahora tenemos un descanso de diez minutos mientras preparamos la segunda parte del espectáculo.
   Una enorme ovación llenó de sonrisas al payaso Marianín que ante la mirada de todo el circo hizo un breve discurso:
"Una rareza que ya habéis presenciado y que no os habéis dado cuenta... Es que cada cuatro años vais a votar a un payaso. Pero yo; que me dedico a ser payaso, muestro mas seriedad que esa persona que va a gobernar el gran circo que es españa, yo no voy con engaños. Lo más raro es que siempre votan al que mas cara de mentiroso tiene, ahi teneis vuestra sexta rareza, nos vemos después del descando querido público."

En ese tiempo; en el descanso, había tiempo suficiente. Salimos a fuera a ver entre otras cosas al caballo invisible. No se oía el trote de los pasos ni las huellas de las herraduras en el suelo a lo que me acerqué a preguntarle a un domador si se había escapado y me respondió:
"No, solo son rarezas hijo, rarezas"

La segunda parte comenzó. Casi con aires deseosos de que acabase deprisa;

  -Y sin más dilación ya sacamos a la séptima rareza. Un político Español que sabe hablar idiomas...
   La gente, creyendo que se trataba de un engaño rogó pasarle un micro y efectivamente, pudo hablar claramente tres idiomas. La gente aplaudía, casi más que antes.

  -La octava rareza amigos es... Contengan la emoción, atemperen su entusiasmo pues lo que ahora van a ver puede ser causa de infartos... Es algo realmente increíble.
Ante ustedes, Luis Bárcenas sin maletín y sin papeles bajo el brazo.
   Igual que antes la gente clavaba las bocas en el aire dibujando una O y todos a una gimieron un entendible "Haalaaaaaa"

  -Ya estamos llegando al final del espectáculo, solo queda unas pocas rarezas más señoras y señores... Que salgan, -dijo en voz alta-. Todos los hijos del primer rey
  Cuando dijo eso, salieron como unos treinta individuos; unas doce mujeres mas o menos, y el resto eran hombres; la mayoría de la edad de Felipe; el más mayor de ellos reclamaba el trono. Era una rareza; no por cuantos eran, sino por que con lo sumamente poco atractivo que era el primer rey ¿como pudo tener tantos hijos y varios de ellos resultar ser hermosos?

Entre abucheos del público; que claramente esperaba otro tipo de diversión en la mediocre segunda parte del espectáculo, se vino encima la décima rareza; El boxeador sin tacto.
Una vieja gloria del boxeo que farfulleaba y fanfarroneaba, después de mucho tiempo habiendo carecido del sentido del tacto con el tiempo recuperó el sentido. Al cabo de diez años volvió a perderlo y se hallaba aquí como rareza de un circo extraño y no muy afamado. Se llamaba James Harlem, y pocos de los presentes le conocían, fue un gran boxeador en la primera década de este siglo. Un par de vueltas entre el público con los guantes de boxeo en sus manos mientras le hincaban cuchillos y tenedores en los brazos, le prendían fuego y él no sentía nada; excepto creo que vergüenza por haber acabado así.

La undécima rareza era un animal, el único oso panda albino, totalmente blanco... La gente enmudeció, gran parte del público gritó:
"¡Buuuuh! ¡¡¡Vaya farsa!!!"
A pesar del bajo precio y de la más baja calidad a mí me estaba gustando lo que veía; eso sí, no era para acudir otra vez.
la gente mas descontenta que en la primera parte; donde si lo pasaron bien, estaban indignados... Abucheos y gritos negativos mientras Marianín los recibía en la salida con una sonrisa y casi pidiendo disculpas al público.

  Así acabó el circo. Salimos todos, mas o menos insatisfechos. A mí si me gustó, aunque era más un museo que un circo, de haberlo presentado como un museo hubiese tenido más crítica positiva.
Cogí la papeleta que guardaba en mi bolsillo y vi que el circo anunciaba doce rarezas y que sólo habían salido once. Iba a preguntarle a alguno de los trabajadores del circo a la salida; uno pareció que me leyó los pensamientos pues me miró y me dijo:
"Esa hijo, es la décimo segunda rareza".

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