Bienvenido a la familia Lost.
Nunca tuvo miedo de las
arañas...
Pero sin embargo siempre fueron su punto de inflexión; las admiraba por
el coraje de tejer esas casi invisibles y endebles telas y a la vez
por cazar con determinación cuando algún insecto se enredaba en sus
redes. Por otra parte las odiaba; las miraba desde el techo de su
habitación y le venían unos controlables escalofríos que le
recorrían el cuerpo y le acariciaban la nuca, erizando sus vellos.
No tuvo miedo de nadie, ni de nada. Ni de las rarezas y extrañezas
de las que vivía rodeado; nada nunca consiguió hacerle destacar en
su personalidad el asombro o la sorpresa... Hasta que... Un día todo
cambió...
Era martes, se llamaba John y esa tarde, como casi todas las tardes
en San Francisco, llovía. El tiempo era gris y la lluvia caía
golpeando los capós de los coches y haciendo un cómico ruido que le
recordaba a las palomitas en el microondas. Llovía con fuerza y esa
tarde, John acudía a una cita con el psicólogo Dr. Frank Morgan
para contarle lo que pasó hace casi diez años. Será la primera y
única persona en saberlo. En saber qué cambió en la vida de John.
-Bien... Cuénteme señor John -Comenzó el psicólogo.
-Puede... -sugirió- Podría quitarse ese batín blanco, esto
parece un loquero... Por favor. -Rogó.
-Sí claro... -Dijo reclinándose para quitarse la bata.
-Empezaré desde el principio. Hace un tiempo iba buscando algo que
me cambiase como persona -dijo lentamente- algo que me hiciera
evadirme un poco de la realidad y de mi vida anterior... Buscaba
otras cosas, y vaya si me cambiaron, me dieron las cosas que
buscaba... Ellos son la familia Lost. Y vaya si me.. Cambiaron.
-Continúe -Pidió mientras iba anotando cosas en su libreto-
Cuénteme...
-Pues verá, anunciaron un anuncio por internet. Estaban buscando
un cuidador de niños especiales... me saqué la carrera de pedagogía
y pensé que podía hacer algo con ese niño.
-Y... ¿Era especial? -preguntó implicado.
-En efecto, parecía especial. Me puse en contacto con Virginia
Lost; la madre del pequeño Moriarty Lost Jr. Según ella, el pequeño
Moriarty padecía de sordera; se le olvidó decirme que también era
mudo. Me di cuenta al instante cuando me miró con esos grandes ojos
negros y no hallé respuesta de sus labios color violeta.
-Un niño sordomudo... Hasta ahora no es una historia muy...
Reveladora, digamos.
-No todo se queda ahí. Sus ojeras, negras como el azabache
delataban que no descansaba bien por las noches. Una tarde, una araña
se postró sobre su nariz, y él, poniendo su dedo índice en la
nariz abrió camino para que la araña pasase a su mano y una vez en
su palma, la aplastó y se la comió sin masticar. ¡QUÉ HORROR!
Pensé al ver eso. Se me revolvieron las tripas y puse una mueca de
asco... De repugnancia. Poco a poco me repuse, di la vuelta y mi
corazón casi desfalleció. ¡Qué susto! Pensé que esa familia iba
a sacarme de quicio en tan solo unas horas. Al darme la vuelta vi al
abuelo del pequeño Moriarty; Sir German Lost, detrás de mí.
-De modo que le asustó un simple anciano...
-Sí... a a... pro, pri priori -dijo balbuceando, nervioso, de un
modo enérgico- es un simple anciano. Pero y si le digo que detrás
de mí solo había una chimenea...
-No aterroriza, no parece muy espeluznante ni degradante para hacer a
alguien cambiar de pensar o de forma de vivir.
-Deje que continúe y cuando concluya me dice qué le parece ¿no?
-Sí por favor, siga. -indicó con un gesto de la mano.
-Sir German Lost, de quien vuelvo a decir que me sorprendió su
puesta en escena, apareció sentado en un sofá color bermellón
descosido y arañado. Acariciaba un gato, negro de ojos amarillos y
esqueléticos. El señor German se quedó mirándome con esos ojos
azules llenos de arrugas. Sus intimidadoras cicatrices a ambos lados
de su cara rompiendo sus mejillas hasta sus comisuras labiales que
dibujaba una sonrisa color sangre me miró, y con una voz oxidada me
sorprendió diciendo:
"Tú jamás poseerás esta sonrisa, bienvenido a la familia
Lost joven John."
De ahí en adelante noté... -corrigió- Pude comprobar que tenía
alzheimer, ya que cada vez que me veía, repetía esa misma frase.
El psicólogo se levantó... Le ofreció un café de ese termo gris
metálico que John rechazó con la mano mientras se recostaba más
agusto en el diván.
-De modo que hasta ahora tenemos un niño sordomudo. -Recontó el
psicólogo para situarse- Y un anciano con alzheimer...
John interrumpió sobresaltado.
-Y unas terroríficas cicatrices.
-Ya... Bueno. No es gran cosa hasta el momento. -Dijo restando
importancia a la historia-. Continúe.
-El rebelde Stan; ese chico que fuese la hora que fuese estaba en
líos... Podría haberse apellidado terremoto o problema... Es el
único de ellos que salía de la casa.
-Dice que... ¿los demás no salían de la mansión?
-Así es... Él era el único con poderes para mover todo tipo de
objetos... O eso me dijo él.
El doctor Morgan puso los ojos en blanco, negando con la cabeza.
-Y... ¿usted qué hizo? -Preguntó sin levantar la vista de su
libreto donde anotaba todo.
-corregirle. Eso hice, le dije que realmente se llamaban poderes
telequinéticos. Él me tiró un diccionario a mis pies mentalmente
mientras noté un tono burlón que me decía:
-¿Lo has buscado ahí o vas de listillo?
-Delirios de personalidad rebelde -agregó el psicólogo alzando la
pluma.
-esa personalidad rebelde le duró poco conmigo... nos hicimos
amigos. Ambos teníamos la misma edad, bueno... yo tenía veintitrés;
él doscientos años más pero era joven tal como un crío... y me
recordaba a mí. ¿Tiene un vaso de agua?
-Sí, tome. Beba y continúe contándome.
-Gracias. -Dijo bebiendo rápidamente, haciendo un ruido ahogado-. Por
donde iba...
-hablaba de st... -John le cortó rápidamente elevando la voz por
encima del ya alto torrente del terapeuta.
-¡AH SÍ! Me integré en la familia Lost, y... Viví algún tiempo
en su enorme y oscura mansión. Me preguntaba en varias ocasiones que
hacía un gorro siempre en el sofá, cuando el orden de Virginia Lost
era casi un régimen militar. No podía ver una cuchara fuera de la
cocina ni un calcetín sucio fuera del cuarto de la limpieza. Las
cortinas; rojas y moradas, no se abrían nunca, tan solo las luces de
unas velas y de una enorme lampara de una... -comenzó a
hiperventilar.
-¿Sí? Continúe... ¿una lámpara de qué?
-Una lámpara de araña -los sudores comenzaron a caer por su piel,
su frente era un río de nervios, sudor y brillo debido a la luz que
tenía sobre su cabeza en ese momento-. No soporto las arañas
sabe... Las admiro, las respeto pero a la vez las odio y me dan
miedo.
-Todos tenemos algún miedo sabe, no es usted el único
-¿Cuál es su miedo señor? -preguntó John.
-La mente humana, por eso intento mejorar la de todas las personas...
por favor continúe.
-como decía... a parte de las velas y la lampara de... -Pausó-
araña, lo único que le daba color a esa mansión era la jovencita
Carla Lost... Era una joven de una belleza terroríficamente
perfecta. Cuando caía el sol y salía la luna; se transformaba en
una enorme y sensual pantera, la primera vez que lo pude ver con mis
propios ojos estaba realmente atemorizado... Pero transformada en esa
pantera de tonos negros y enormes ojos blancos, cuando clavó su
mirada en mí noté paz. Una paz de la que nunca había gozado y de
la que estoy seguro que jamás gozaré. A pesar de esos dientes
afilados como el mismísimo tridente de Zeus, sabía que no me iba a
atacar.
-¿Una pantera? una joven bella como bien dices... ¿que se
transformaba en pantera?
-Sí... Puede parecer una locura -reconoció.
-Es una locura -dijo tajante el doctor.
-Puede que lo sea, pero aquella familia... La familia Lost eran sin
duda una extraña familia de criaturas excelentes. Ahora se entiende
que no saliesen a la calle para nada. Siempre teniendo al loco de
Stan de recadero y armando jaleos en las calles. El pequeño Moriarty
por ejemplo; a pesar de ser sordomudo era capaz de hablar
telepáticamente con los animales y someterlos a obediencia.
-Si es sordomudo... ¿cómo se lo ha dicho? -quiso saber el doctor.
-Me lo escribió en el suelo, -tembló al recordar el modo- con
arañas... Con miles de ellas. Conocía mis debilidades y las de
todos. Rápidamente se lo comuniqué a Virginia Lost, se me quedó
mirando extrañada y me dijo:
"¡vaya! ¿No lo sabía?" Me dijo... Pero qué locura...
Yo me hallaba sentado en una silla, tocando el suelo como una persona
corriente y normal, pero ella me resumía la clase de familia que
eran tomando el té sentada en el techo mirándome boca abajo.
-Como terapeuta he oído de todo John... Pero nunca semejante
historia. Continúe, quiero al menos llegar al final de esta
historia.
-Sé que puede ser difícil de creer... y es difícil de creer.
Virginia Lost me dijo que ella tenía el don de crear campos
anti gravitatorios; de ahí que tomase el té en el techo de la
cocina. Como quién pega un salto, Virginia bajó y me siguió
contando cosas acerca de su familia. El abuelo Lost por ejemplo,
German Lost... Me contó que perdió la memoria y solo dispone de
unos cuatro o cinco minutos de capacidad cerebral, a pesar de eso y
sus cicatrices en la cara debido a la guerra de la ciudad de Troya
permanece vivo... "¿TROYA?" Grité en ese momento a viva
voz. Noté una presencia detrás de mi... No tenía sombra pero
entendí, al reconocer su loción de afeitado que era el viejo abuelo
Lost... De nuevo esa sonrisa oxidada y esas repetidas palabras:
"Tú nunca poseerás esta sonrisa, bienvenido a la familia Lost
joven John." Ese viejo... ese viejo que siempre estaba con su
gato tenía casi cinco milenios de edad. Eran una familia alucinante
que murieron hace cientos de años y que revivieron sin razón ni
explicación. Solo saben que les otorgaron la vida inmortal pero con
ciertas imperfecciones y maldiciones, como la sordera de Moriarty, la
conversión de Carla en pantera y el alzheimer del abuelo German...
Todos estaban un poco malditos menos Stan; un mestizo. Padre mago y
madre humana.
-Una historia... Pragmática -Juzgó.
-¿pragmática? -Repitió.
-Todo me va cuajando y lo voy asimilando pero... Disculpe si le
ofendo cuando le digo que no es creíble, quiero que sepa que soy
doctor. Soy psicólogo y creo que todo está en la mente señor John,
no existe la magia ni existe lo paranormal. Existe la ciencia y el
azar. Nada más.
-Esa es su opinión... ¿Me deja al menos acabar la historia?
-Por supuesto, faltaría más.
-Me faltaba conocer al padre de los chicos... Siempre había tenido
curiosidad por saber que demonios hacía un gorro flotando al lado de
la tele. Después de unos días lo entendí y para mi sorpresa pude
entender que era el Sr. Charles Lost viendo el televisor... Él era
invisible, sólo era capaz de ver su reflejo en un espejo empapado en
sangre de murciélago; eso me dijo Virginia. Y lo del gorro... Bueno,
todo poder tiene su cara mala. La maldición de Charles era la
esquizofrenia aguda paranoica con tendencia al desdoble de
personalidad. Unos días era Charles Lost, y otros se hacía llamar
"el extraño"...
-Tengo muchos pacientes así aquí... Son rudos, difíciles,
cabezones, peligrosos y sobre todo locos, es la rama principal de la
esquizofrenia. ¿a qué viene lo del gorro?
-El gorro... -Rió- decía que no quería que los marcianos le
leyeran la mente... al oír esto y viendo la familia que son, usted
que cree, comencé a creer en los extraterrestres. Esa tétrica y
oscura mansión apareció ante mí por algo...
-es un... Extraño sentimentalismo, ¿no cree?
-Creo que los sentimentalismos al fin y al cabo rigen nuestro vivir
señor.
El doctor ahora ahogó unas palabras. Había recibido un golpe
bajo, y no solo eso, una realidad plausible. John siguió contando,
con la certeza de que había tocado hondo al doctor Frank Morgan.
-Pasaron unas semanas, Charles aceptó mi consejo y se hizo un gorro
de aluminio, ya que con un gorro rojo de lana no haría gran cosa...
Me miró seriamente y con gesto preocupado (o eso creo, ya que no veo
a la gente invisible) y me dijo:
"Y sí... ¿Ya están en mi cabeza?". Le calmé
diciéndole que aún no estaban urgando en sus pensamientos. Le puse
el gorro de aluminio y justo en ese momento, como un reloj puntual,
ipso facto me giré sobre mí mismo y ahí estaba el abuelo, que
siempre que me veía me repetía con sorpresa la misma frase a la que
acabé adorando:
"Tú jamás poseerás esta sonrisa, bienvenido a la familia
Lost joven John." y riéndose con risa malvada entre bocanadas
de aire se alejaba de mí con su gato en brazos, acariciándolo
fuertemente, casi tanto, que pensaba que iba a arrancarle la piel.
Cada vez que pasaba por el salón recordaba que los animales estaban
a merced del pequeño Moriarty, séis murciélagos sujetaban el
candelario del vestíbulo iluminando todo tipo de parafernalias;
cuadros pintados de parientes lejanos de cada uno montando a caballo;
una mujer decapitada con la cabeza en sus manos. Un niño pequeño
con los ojos vueltos y las encías llenas de sangre. Puede sonar
Sádico pero yo necesitaba eso, un cambio de aires... Y vaya si me
cambiaron.
Pasaron los días y las situaciones que tenían
lugar en la mansión no dejaban de sorprenderme, tanto la mansión
como la familia. Ambos daban emoción a mi vida, no sé si a
propósito o sin querer pero lo hacían. Una mañana me llamó
Virginia para explicarme algunos hábitos sobre Moriarty, y justo
cuando acabó de fumarse su cigarrillo lo depositó en una vieja
calavera que usaba de cenicero. La calavera, indignada ante tanta
falta de vergüenza se permitió el ficticio lujo de hablar y decir:
"¡que un veterano de guerra haya quedado de guarda cenizas es
algo lamentable, podría darme uno entero y no la colilla! ¡¡si
tuviera mi cuerpo, le daría una patada en el culo Sra. Lost!!
Y entonces el rebelde de Stan, usando su poder telequinético lanzó la calavera y la tiró a la papelera, riéndose triunfante. Virginia lo aprobó. Eso pasó hace casi nueve años, y en los ocho meses que estuve en la familia Lost cabe decir que sin duda ha sido la mejor época de mi vida, esos ocho meses donde se repetía a cada rato la frase: "Tú jamás poseerás esta sonrisa, bienvenido a la familia Lost, joven John". Esas tardes en las que entraban pájaros enormes y cuervos y se llevaban en volandas a Moriarty, por que él los controlaba. Días divertidos como cuando frente al espejo, el Sr. Charles me dijo que le tomase una foto y no sabía en que dirección enfocar la cámara. Recuerdo cuando organicé un juego en familia, el juego ese de la silla, que hay música y cuando deja de sonar tienes que sentarte y el que se quede sin silla, pues ha perdido. La primera vez que jugamos gané yo, pero la siguiente ganó Virginia, haciendo trampas con su ventaja respecto a sus poderes, puso una silla en el techo y solo ella podía sentarse. Fueron momentos entrañables, aunque no tanto como cuando Stan se unió al juego y también haciendo uso de su poder les quitó a todos las sillas contemplando como se caían de culo, esa escena jamás se me olvidara. Fueron momentos realmente entrañables a pesar de que trataba con una familia que podía dar miedo a cualquiera. Recuerdo ver muy de cerca la transformación de Carla en pantera, y... fue algo excepcional. Aunque algo gracioso por otra parte. La pantera, o sea carla, se daba fuertes cabezazos contra la pared en contra de su voluntad... todo se debe a que en el almuerzo, Carla llamó inútil a Moriarty por adueñarse del pastel de limón y el pequeño Moriarty, se tomó el pastel y la venganza por llamarle así. Ya que el pequeño controlaba los animales su hermana Carla no era la excepción. A cada cabezazo que la pantera se auto-propinaba, el pequeño Moriarty se reía contento, exitoso, haciendo alarde de superioridad.
En el salón a la hora de cenar había comida de lo más normal, salvo raras excepciones que se comía de una marmita enorme y cada uno sacaba dos cazos, dos cazos verdes humeantes y burbujeando. En el interior de ellos había cosas cuanto menos asquerosas que omito decirle... primeramente me aterrorizaba y por consiguiente me provocaba arcadas... después me fui acostumbrando y llegó a gustarme bastante la comida que ellos llamaban Marmita mágica. Y como siempre, en el sofá o detrás de mí, estaba siempre el viejo Sir Thomas Lost que me perseguía y acercándose a mí me decía: "tú jamás poseerás esta sonrisa, bienvenido a la familia Lost, joven John".
Fueron unos meses que me cambiaron como persona, y los volvería a repetir. Sin duda...
-a ver la historia en sí... no es creíble John... no existe la familia Lost ni la mansión Lost, ni Virginia ni Moriarty. No existe ninguno de ellos... todos son creados por -le miró a los ojos, con una mirada llena de fuego- su mente
-¿cómo dice doctor Morgan?
-por favor, llámeme Frank y... es simple. Simplemente eso John, ¿cuánto tiempo lleva tomando su medicación para sus ataques epilépticos?
-unos diez años, mas o menos.
-lo ve... justo el tiempo que hace que dice usted que conoció a esa familia. A la familia lost. Está todo aquí -se señaló la sien con el dedo.
-no puede ser Frank... la mansión ¡ajá! La mansión se la puedo enseñar cuando quiera.
-John... no existe tal mansión, en el lugar en el que usted la ubica hay un banco, el banco Grand Late.
-¿entonces?... no puede ser... No creo lo que me dice. Yo la vi, yo he estado allí. Era tan real... -dijo hasta el punto de empequeñecer, su voz era apenas un hilo, decepcionado bajó la mirada... creyendo ahora que tal vez, sería producto de su imaginación.
-se acabó la sesión John... ven otro día si quieres y seguimos hablando, -se levantó- ahora me marcho, tengo mucho que hacer.
John salió de la consulta del Dr. Morgan cabizbajo y con una nueva receta de medicamentos... era tan real. Había sido tan real en su cabeza... y sin embargo ahora... no era cierto, no existía la familia Lost.
Y entonces el rebelde de Stan, usando su poder telequinético lanzó la calavera y la tiró a la papelera, riéndose triunfante. Virginia lo aprobó. Eso pasó hace casi nueve años, y en los ocho meses que estuve en la familia Lost cabe decir que sin duda ha sido la mejor época de mi vida, esos ocho meses donde se repetía a cada rato la frase: "Tú jamás poseerás esta sonrisa, bienvenido a la familia Lost, joven John". Esas tardes en las que entraban pájaros enormes y cuervos y se llevaban en volandas a Moriarty, por que él los controlaba. Días divertidos como cuando frente al espejo, el Sr. Charles me dijo que le tomase una foto y no sabía en que dirección enfocar la cámara. Recuerdo cuando organicé un juego en familia, el juego ese de la silla, que hay música y cuando deja de sonar tienes que sentarte y el que se quede sin silla, pues ha perdido. La primera vez que jugamos gané yo, pero la siguiente ganó Virginia, haciendo trampas con su ventaja respecto a sus poderes, puso una silla en el techo y solo ella podía sentarse. Fueron momentos entrañables, aunque no tanto como cuando Stan se unió al juego y también haciendo uso de su poder les quitó a todos las sillas contemplando como se caían de culo, esa escena jamás se me olvidara. Fueron momentos realmente entrañables a pesar de que trataba con una familia que podía dar miedo a cualquiera. Recuerdo ver muy de cerca la transformación de Carla en pantera, y... fue algo excepcional. Aunque algo gracioso por otra parte. La pantera, o sea carla, se daba fuertes cabezazos contra la pared en contra de su voluntad... todo se debe a que en el almuerzo, Carla llamó inútil a Moriarty por adueñarse del pastel de limón y el pequeño Moriarty, se tomó el pastel y la venganza por llamarle así. Ya que el pequeño controlaba los animales su hermana Carla no era la excepción. A cada cabezazo que la pantera se auto-propinaba, el pequeño Moriarty se reía contento, exitoso, haciendo alarde de superioridad.
En el salón a la hora de cenar había comida de lo más normal, salvo raras excepciones que se comía de una marmita enorme y cada uno sacaba dos cazos, dos cazos verdes humeantes y burbujeando. En el interior de ellos había cosas cuanto menos asquerosas que omito decirle... primeramente me aterrorizaba y por consiguiente me provocaba arcadas... después me fui acostumbrando y llegó a gustarme bastante la comida que ellos llamaban Marmita mágica. Y como siempre, en el sofá o detrás de mí, estaba siempre el viejo Sir Thomas Lost que me perseguía y acercándose a mí me decía: "tú jamás poseerás esta sonrisa, bienvenido a la familia Lost, joven John".
Fueron unos meses que me cambiaron como persona, y los volvería a repetir. Sin duda...
-a ver la historia en sí... no es creíble John... no existe la familia Lost ni la mansión Lost, ni Virginia ni Moriarty. No existe ninguno de ellos... todos son creados por -le miró a los ojos, con una mirada llena de fuego- su mente
-¿cómo dice doctor Morgan?
-por favor, llámeme Frank y... es simple. Simplemente eso John, ¿cuánto tiempo lleva tomando su medicación para sus ataques epilépticos?
-unos diez años, mas o menos.
-lo ve... justo el tiempo que hace que dice usted que conoció a esa familia. A la familia lost. Está todo aquí -se señaló la sien con el dedo.
-no puede ser Frank... la mansión ¡ajá! La mansión se la puedo enseñar cuando quiera.
-John... no existe tal mansión, en el lugar en el que usted la ubica hay un banco, el banco Grand Late.
-¿entonces?... no puede ser... No creo lo que me dice. Yo la vi, yo he estado allí. Era tan real... -dijo hasta el punto de empequeñecer, su voz era apenas un hilo, decepcionado bajó la mirada... creyendo ahora que tal vez, sería producto de su imaginación.
-se acabó la sesión John... ven otro día si quieres y seguimos hablando, -se levantó- ahora me marcho, tengo mucho que hacer.
John salió de la consulta del Dr. Morgan cabizbajo y con una nueva receta de medicamentos... era tan real. Había sido tan real en su cabeza... y sin embargo ahora... no era cierto, no existía la familia Lost.
Cogió
una pastilla. se la metió en la boca y tomó un trago de agua con
muy pocos ánimos. Detrás de sí mismo vio una sombra de un perfil
que le resultó familiar... Al girarse supo reconocer esa ronca voz
de un anciano que le dijo:
"Tú
jamás poseerás esta sonrisa, bienvenido a la familia Lost, Joven
John".
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