miércoles, 17 de diciembre de 2014

dieciseis, mi número favorito.

-Bien Sr. Kaffa su currículum es impresionante que duda cabe pero.... entrar en esta empresa no es tan facil, como bien sabe hay otros tres candidatos que tienen unos currículos similares, incluso puedo decir, si me permite, mejores que el suyo, todos tienen un pasado rico, como usted, y todos tienen historias aburridas que cuentan para intentar sorprenderme, permitame prejuzgarle Sr...
-Kaffa, me llamo Kaffa. Y se equivoca, no tengo un pasado de riqueza, bajo este caro traje que ahora llevo tengo una historia diferente a los demas, usted me ha prejuzgado, mi historia... creo que le gustará
-bien, cuando quiera Sr Kaffa, sorpréndame, y el puesto será suyo
-¿cual es su número de la suerte? ¿Cual es su número favorito?
-diría que el siete. Si, el siete.
-¿por qué?
-porque es el día que contraje matrimonio y el día que empecé a dirigir esta empresa
-mi número de la suerte es el dieciseis, le contaré esta historia como si fuese presenta y pasado, no me gusta hablar solo del pasado.
El número dieciseis quizás es el qué mas ha marcado mi vida, casi por casualidad ese número ha estado presente a lo largo de mi vida, e incoscientemente se ha convertido en mi número favorito.
Nací un día dieciseis, en Costa De Marfil. abrir un grifo y tener agua limpia y corriente en el acto, es quizás el gesto que más agradezco de todos. Tengo una fuente de agua cerca de donde trabajo y siempre que puedo acudo a ella a refrescarme y a beber, es una verdadera gloria. La gente de por aquí no sabe apreciar lo importante que es abrir un grifo que eche en abundancia agua cristalina y sin impurezas...
Allá de donde vengo, el agua no es que fuese abundante, me alegra tener agua en abundancia cerca. Me alegra, me alegra pero a la vez me parece frustrante, veo el problema de derroche de agua, por todos lados veo como tiran botellas medio llenas que yo me permito recoger, veo como lavan coches con agua y dejan abierto el grifo o cómo riegan campos de cesped y jardines malgastando el agua. Llámeme obsesivo o loco pero veo muy mal ese gesto por parte de la gente.
Donde me crié las cosas estaban mal, y siguen estándolo. No como lo dicen por la tele, es mucho peor; malaria, ébola, escasez de alimentos y de agua. Hay que andar varios kilómetros para coger un cubo de agua que está mas sucia que nuestros propios excrementos, yo iba cada tres días desde Malid a Boha-Da a por agua, mas o menos unos ocho kilómetros de ida, total, son dieciseis kilómetros. Comía cuando había comida, por eso cuando llegué aquí y veía que todos comían sin parar y varias veces al día, no pude evitar el ahorrarme la impresión y echarme a llorar, aquí comen por placer, no por necesidad.
El caso es que desembarqué de tarifa en la patera en la que con mucho frío cruzamos el charco, con dos muertos por el camino que tiraron al agua con dos monedas en sus ojos y con cánticos para velar por ellos, con mucho llanto y mucha hambre sólo nos daba alegría e ilusión saber que algunos podríamos empezar una nueva vida.
Nos instalamos en Sevilla, en un piso ocupado por tres familias. Ese piso, el piso patera, éramos dieciseis personas viviendo en un mismo piso, dieciseis bocas y tan solo dos personas trabajando. Yo también trabajaba, pero Malik decía que vender pañuelos no era un trabajo, me miraba con desprecio y me insultaba a cada rato.
Salía cada mañana por la puerta, e iba a mi trabajo. A vender pañuelos en los semáforos, en Sevilla. Una ciudad que ahora entiendo por qué hablan así de ella. Antonio Gala no se equivocaba cuando decía qué "lo malo no es que los Sevillanos crean que tienen la mejor ciudad del mundo, lo peor es que puede que tengan razón" esa frase podía parecer exagerada, pero para mí, estar ahí, en esa ciudad que desprendía dorados rayos de sol que se estrellaban en palacios y edificios dibujando fuertes destellos de luz y preciosos reflejos en árboles. El estrés del gentío, los autobuses y los coches con su ruido y el humo de las fábricas, vuelven un poco fea a esta ciudad que tanto me enamora. Pero eso lo tienen todas las grandes ciudades del mundo.  Pero ese casco antiguo mezclado con la vanguardia y la perfección del núcleo urbano pocas ciudades pueden imitarlo. Donde yo trabajo, en la avenida de las palmeras ofrecía pañuelos, a un euro el paquete de diez pañuelos. Así comenzaba la mañana, y así la acababa al atardecer. Yendo a refrescarme a esa fuente cada dos por tres y con algunos euros en mi bolsillo, no sabía relacionar el valor del dinero con el gasto que podía tener diariamente, pero para mí, vender los dieciseis paquetes de pañuelitos, eran dieciseis euros diarios. Para mí era todo un logro, euro arriba euro abajo. Pero casi todas las veces eran dieciseis
-ya veo que el número dieciseis era una marca en usted
-lo era y lo es Sr. Mercury.
Llegaba el día siguiente. Malik y Doba, han cobrado y resfriegan su sueldo a los demas, Malik se me acerca y me dice "cuando ganes esta pasta en tan poco tiempo serás amado Kaffa, pero hasta entonces, sigue con tus ridículos pañuelos" él y Doba... digamos que ganaban el dinero de forma no muy honrada, hasta que acabaron en la cárcel dejando al piso quebrado en dos, con las familias rotas, sin ningun tipo de sustento ni ayuda económica. A pesar de esa situación tan ruinosa Tara-qué era prima de Malik y era mi pareja en secreto- y yo, pudimos seguir hacia delante, y nos mudamos a un pequeño piso; sucio y desamueblado, cutre, apestoso y con la pintura levantada, escombros por el suelo, varias goteras, puntales en la cocina y sin luz. A pesar de eso, ella sonreía.
Pasaron unos meses. Y un día en una de esas mañanas en las que iba a vender pañuelos para qué al menos ella comiese, la mañana no iba muy bien, estaba lloviendo y hacía frío, después dicen que en Sevilla no hace frío, yo estaba tiritando, probablemente por que provengo de un lugar muy cálido. La cosa es que la suerte esa mañana no me sonreía, un taxi que por allí pasaba tenía mal cerrado el maletero y de este, calló un maletín, para cuando el taxista se diese cuenta, ya estaría lejos, por cierto le digo tambien que ese taxista era el joven Ricardo, ese joven que fue acusado de asesinato hace unos años con una navaja, pero que al final no fue el asesino. Bueno, continúo, corrí hacia ese maletín típico de empresario, forrado de cuero negro, y la curiosidad me carcomía. No sabía si abrirla o si no. Así que decidí abrirla.
Para mi sorpresa, en lugar de tener papeles o informes estaba llena de billetes de cincuenta euros y de cien, para ser exactos había dieciseis mil euros, lo sé por que encima de los fajos de billetes había un papel que ponía la cantidad exacta que contenía. Ya era tarde, llovía y hacía frío, yo estaba mas cerca de casa que de un cuartel para devolver la maleta, así que la lleve a casa y ante la mirada curiosa de Tara la deje encima de una vieja mesa de madera, le expliqué todo. Ella intentó convencerme para qué nos la quedásemos. Pero aunque fuese pobre, prefiero ser pobre con una conciencia limpia, a ser medianamente afortunado con una conciencia sucia.
Me llevé la sorpresa, ella entre lágrimas me dijo que estaba embarazada, de repente todo me cambió, mi mundo se desmoronó y me dió vueltas la cabeza... iba a ser padre, pero ¿traer una criatura a esta mierda de mundo? Fue lo primero que pensé. De repente repuse mis ideas, aclaré la mente y lo más sensato era devolver el dinero, a pesar de la terrible necesidad que pasabamos, y qué de ahora en adelante, íbamos a seguir pasando.
Llegó el día siguiente. Y me levanté mas temprano de lo normal. Ese colchón incómodo y el frío eran factores más que suficientes para no tener un buen descanso.
Salí de casa abrigado, lo suficiente para la poca ropa que tenía. Recuerdo que cuando bajé de la patera no llevaba más que una rota camisa marrón y unos vaqueros rotos a la altura de las espinillas, casi unos piratas. Por cierto, era un día dieciseis.
Cómo le decía, salí abrigado, y fui andando hasta un cuartel de guardia civil con la maleta pegada el pecho entre mis brazos.
Una vez dentro dije que quería dársela a su dueño personalmente, así que esperé a que viniese.
El dueño me miró y me dijo:
    "¿ha sido usted quien lo
      encontró?"
A lo que afirmando con la cabeza me limité a decir que sí, ahorrándome las palabras. En esa época no se me daba bien el Español.
    "Venga conmigo" me dijo. Ese hombre quiso darme una pequeña recompensa por haberle entregado el maletín con el dinero intacto. No pude aceptarlo, eran mil euros que de seguro nos habrían venido muy bien, pero preferí lanzarme al vacío y lanzar una pregunta
     "Si usted es el dueño de ese
       dinero... ¿podría darme un
       trabajo?"

"¿Qué sabes hacer?" me dijo el hombre, que mas tarde se presentaría como Leonard hernández. Un nombre y apellido que juntos hacían dieciseis letras no podía ser casualidad.
Le dije que yo vendía pañuelos. Él, se limitó a sonreir amablemente y me dijo: "buscaré un hueco... seguro que hay algo que puedas hacer".

En efecto me buscó ese hueco, pasaron unas semanas y yo seguía limpiando cuartos de baño y cristales gracias a Leonard. No era gran cosa, pero setecientos noventa euros mensuales para mí era una cantidad asombrosa.
Pasaron las semanas, y ya eran dieciseis las semanas, las semanas de embarazo de Tara, ya eran cuatro meses de embarazo. Yo seguía trabajando y subiendo poco a poco. Ahora en esa empresa del Sr. Leonard soy el jefe de planta de todos los limpiadores. Todos están a mis órdenes... qué extraño ¿no cree? De la nada a estar así... y de estar así a estar ahora delante de usted... prosigo con la historia.
El Sr. Leonard me presenta a su superior. Y éste inmediatamente me hace jefe del departamento de limpieza de todo del edificio, con un salario por encima de los mil euros... eso ya nos motivó, a tara y a mí, a cambiar de casa, y buscar un hogar más acogedor y con luz. Me hicieron el primer ingreso, mil doscientos dieciseis euros. No podía ni creerlo, debía ser un sueño. Ese dinero, en una cuenta y que cada mes iba a seguir en aumento. Si mi familia pudiese verlo.
Pasa un tiempo, y de ese dinero decido tomar una parte para estudiar y sacarme una carrera, y detras de esta carrera otra. Autónomo y empresas, y economía. Me muevo bien por estos sitios. Ahora todos conocen mi pequeña empresa; "dieciseis lab. S.A." qué como bien sabe usted, es una empresa que fabrica productos de limpieza. Se puede decir que a día de hoy sí, soy medianamente rico. Y sí, tengo una empresa. Pero no siempre fue así, y entrar en esta empresa es lo que más deseo en el mundo señor. He trabajado mucho para estar aquí; fundé mi empresa, traje a mi familia de Costa De Marfil... bueno, muchas otras cosas más. Pero esto, es por lo que he estado luchando siempre, un puesto en esta inestimable empresa
-creo que... sí, el puesto es suyo, Sr. Kaffa, no había oido nunca historia similar a la suya. Es realmente increible
-muchas gracias señor, no le defraudaré
-sé qué no lo harás hijo, sé qué no lo harás, y ahora dígame, ¿que hora es?
-las siete y dieciseis
-vaya... su número y el mío juntos, quizá estaba predestinado
-tal vez Sr. Mercury. hoy es el cumpleaños de mi hijo sabe, le dije que como sorpresa y regalo le traería la firma del contrato con esta empresa
-ah sí, su hijo, ¿qué edad tiene?
-le resultará curioso, mañana, día dieciseis, cumplirá dieciseis. Y se llama phi, como la letra número dieciseis del alfabeto griego
-demasiadas casualidades Sr. Kaffa ¿no cree? Firmemos el contrato y lleveselo orgulloso a su hijo como regalo. Estará orgulloso de su padre.

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