jueves, 7 de agosto de 2014

Mi interminable lista de deseos

Desperté un día cualquiera.
Camino al trabajo. En mi rostro un gesto cansado y en mi maleta papeles desordenados, todo el día la misma rutina; levantarse a las séis de la madrugada. Lavarme la cara. Vestirme, tomarme un café rapidito, lavarme los dientes y ponerme la corbata. Cosa que, por otro lado detesto.
Ese es el día a día de mi vida, en las horas muertas del trabajo pienso a solas en irme lejos; en volar cual pajarillo.
Apoyo mi cabeza al cristal de mi ventana en la oficina y veo pasar todo tipo de aves volando en forma de uve, como todas suelen hacerlo.
Volar, uno de los mayores deseos del ser humano.
Desde tiempos inmemoriales el ser humano ha soñado con volar. Tenemos paracaídas, parapentes, aviones... y muchas formas más de simular un vuelo, pero ninguno tan real como el de las aves. Todos alguna vez en su vida han querido como mínimo tres cosas: Volar, ser inmortal y ser rico. Así de codiciosos somos.
Las dos primeras son imposibles, estoy trabajando de publicista para conseguir la tercera, y cada vez lo veo más dificil, así es mi día a día, pudiendo volar al menos con la mente.

Salí del trabajo. Fuera estaba lloviendo. Como casi cada día, no tengo el coche, me lo están arreglando así que camino unas manzanas hasta el metro, y en el camino empieza a llover más y más fuerte, del cielo suele caer agua, como es normal, pero esa vez vi caer del cielo una lámpara a unos diez metros de mí. Fui hacia ella, miré hacia arriba a un edificio que estaba en obras por esa calle, pensé que se les había caído. Mi intención iba a ser devolverla pero me llamó mucho la atención así que desobedeciendo mi ética; me la quedé.
Era muy vieja, estaba sucia, tenía un color dorado y fuertemente apagado. Era una lámpara del tipo de las películas infantiles en las que sale un genio y te concede tres deseos, algo ridículo e imposible, La llevé a casa y mientras se hacía la lasagna en el horno, la llevé al cuarto de baño para lavarla bien.
Vi una inscripción en Árabe en la parte trasera de la misma, no le presté mucha atención.
Me pongo a cenar y esa lámpara me tiene obsesionado, dejo el plato a medias y con esa lámpara en mis manos busco en el traductor lo que dice esa inscripción. No encuentro nada, busco en todas partes y todos los traductores y nada, no doy con ningún detalle ni pista sobre esa lámpara, como si fuese un crío cegado por la emoción comienzo a frotarla, pero nada, no existe la magia. Dejo la lámpara sobre mi mesa de noche, y se me viene la idea de que es una lámpara magnífica para echarle aceite en su interior y prenderle fuego para que iluminase un poco la oscura habitación.
Me levanto descalzo; el suelo está frío, me pongo unas zapatillas y me dirijo hasta la cocina a por cerillas y aceite, relleno la lampara hasta rebosar y prendo fuego con una cerilla a una piedra empapada en aceite que la lámpara tiene en su parte superior. Escucho crujir la lámpara, de repente ante mi vista la lámpara se derrite, creo que soy presa de una fuerte alucinación debido a las pastillas para dormir o de algún sueño.
Luego ante mi vista una vez derretida sobre el suelo de mi piso comienza a moverse en el suelo dibujando letras, distingo ver un "Hola" en ese momento supe que debía ser un sueño pero aún así continué con esa rara situación en la que me hallaba inmerso,
Una parte de ese aceite y de esa lámpara derretida se acerca a mí, al parecer debía responder, o eso creí. De modo que con los dedos dibuje un "Hola" de vuelta.
Sea lo que fuese no era muy normal, en el suelo se volvía a escribir, esta vez me dijo "¿quieres jugar?"
Eso me asustó mucho, ¿Cómo podía suceder aquéllo?

Escribí que sí, que continuásemos.

Me dijo que era un niño de once años y que la inscripción de la parte trasera era su nombre, se llamaba Gadif Al-Sah. Me dijo que era de otro planeta y que la inscripción no era Árabe sino Genirina, era un país de su mundo. Según él su mundo se llamaba Ganius.
Su labor era que me concedería sólo tres deseos pero que pidiese lo que quisiera, sea un sueño o no hay que aprovechar la oportunidad.
Aparte me dijo que allá en su mundo todos al cumplir once años deben ayudar con la lámpara de los deseos a algún humano que sea de corazón bueno y de mente clara, pues de la ilusión humana dependía la existencia de los Ganianos
.
¿Porqué yo? Fue lo que pensé,
No hallé respuesta, no me contestó. Pero continué con la pantomima de los deseos, no paraba de pensarlo así que creo que lo tenía claro, mi primer deseo fue volar, el me lo concedió, dice que los deseos se cumplen pasadas ocho horas (tiempo suficiente para extraerme esencia de ilusión).

Mi segundo deseo iba a ser pedir ser inmortal, pero no, elegí vivir eternamente, aunque no veáis la diferencia os la explico; veréis: al inmortal le das un tiro y no muere, al que vive eternamente si le das un tiro muere, es mortal, quiero vivir con vulnerabilidades, sería muy aburrido ser inmortal.

No paraba de darle vueltas al tercer y último deseo, pensaba en ser rico, pero, ya lo era, viviré eternamente y podré volar, así tras darle vueltas pedí mi tercer deseo, me procedía a escribirlo en el suelo, puse algo que pocos piensan, mi tercer deseo fue tener deseos infinitos. El joven Gadif dijo que no era posible, pero de no concederlo el moriría, tuvo que concedérmelo, fue un error a la burocracia cósmica y que ese tercer deseo podría poner en peligro su mundo, pues su existencia depende de la fe e ilusión humana en los deseos.
¿Quién no ha depositado fe o ilusión en que gane su equipo de futbol o en ganar la lotería?
Ellos son los creadores de muchos deportes y otras formas de derrochar ilusión, inventaron la política y sus mentiras pintadas de ilusiones hace ya veinticinco centurias antes de nuestra existencia, son vulgares traficantes de ilusión, pero yo con ese tercer deseo fui egoísta lo reconozco, pero tan solo fue un sueño.
Desperté como cada día y la lámpara estaba en su sitio, estaba todo bien, en el suelo ni una gota de aceite ni de lámpara derretida.
Me dirigía al trabajo andando, iba a coger el metro de nuevo hasta que miré al cielo y pensé en volar... fue simplemente pensarlo y mis pies se despegaron del suelo ante la mirada atónita de todo el mundo que decían: "¿¡Mirad eso, puede volar!"

Sentía la velocidad en mi cara, aire fuerte a una altura considerable de unos ochenta metros, perdí un zapato, se me descolocó la corbata y el peinado, se me cayó la maleta golpeando a un perro, menudo susto se dio el pobre animal.
Llegué a la oficina con mas pinta de indigente que de publicista. Me costó mucho frenar, tanto que rompí la ventana de mi despacho y el sonido de los cristales contra el suelo sonó en toda la planta.
Mi jefe vino con la típica actitud de un jefe enfadado y venía dispuesto a despedirme, me adelanté y le dije que me iba ante las miradas de mis compañeros, me despedí de esa oficina que me estaba comiendo la vida.
La alegría me recorría el cuerpo y la adrenalina se reflejaba en mi rostro, tanto que se me olvido pensar en mi segundo deseo: ¡VOY A VIVIR ETERNAMENTE!
voy súper deprisa, me siento Superman; paso de estar en Nueva York, a estar en Málaga sobrevolando la costa del sol en cosa de cuarenta minutos.
Mi tercer deseo era el más excitante; tenía deseos infinitos, lo primero que pensé fue ayudar a los demás, como ex-publicista, tenía mis contactos, puse un cartel de publicidad gigantesco en mi nueva casa, una mansión de unos cuatro kilómetros cuadrados, no hay nada que los deseos no puedan hacer.
Todos los días recibía oleadas de cientos de personas, ya comenzaba a agobiarme pero quería seguir ayudando así que me organicé; marqué un horario de visita, los Martes de diez a dos, y dos ayudantes que me descolapsen un poco la cola de gente. Y los jueves decidí irme a Ganius, el mundo de Gadif, puesto que ellos no pueden concederse deseos entre sí, yo:mediante Gadif, ayudaba a los demás.
Gadif me dio libre albedrío y puedo conceder los deseos tanto míos cómo los de la gente sin necesidad de que Gadif esté presente.
Arreglamos el tema de los problemas que había allí, problemas por lo de pedir demasiados deseos, a lo primero me etiquetaron de egoísta por pedir demasiados deseos, luego dijeron de mí que era el que se anunciaba en su profecia, el qué traería el equilibrio al universo haciendo el bien, Gadif fue coronado rey honorífico ya que, el joven Gadif acertó conmigo. Ahora las calles en nuestro mundo están llenas de alegría; no hay corrupción, ni hambre, ni estrés, ni gente mala, todo es verde, no existen las armas.
Me ha llevado ciento ochenta largos años hacer del mundo el mundo ideal que se merecen todos, y el otro mundo; Ganius. tambien va estupendo, por que no hay que hacer del mundo un lugar mejor, hay que hacer del universo un lugar mucho mejor.

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